lunes, 22 de noviembre de 2010

Catástrofe ecológica en el Golfo de México

Considero que el asunto de los peces muertos en la playa va más allá de la simple repartición de culpas.
Acusar a la Termo es fácil, redituable y hasta cierto punto conveniente. Sin embargo creo que el problema es mayor aún y que no se le ha analizado como se debe.
No es que yo pueda hacerlo, ya que carezco de la preparación técnica para ello, pero esta es mi contribución a una discusión que debería involucrarnos a todos.
A final de cuentas, el menos peor de los escenarios sería que en efecto fueran los procesos de la Termo los que estuvieran causando el problema. Pero no lo son, de ahí la necesidad de preguntarnos al menos qué carajos está pasando.
Queda abierto el tema.

Un abrazo.


El 20 de abril de 2010 ocurrió una explosión en la torre de perforación del pozo petrolero “Macondo”, ubicado a unos 80 kilómetros de la costa sureste de Lousiana, en los Estados Unidos. La explosión tuvo como consecuencia el incendio y posterior hundimiento, el 22 de abril, de la plataforma de perforación “Deepwater Horizon”, a cargo de la empresa British Petroleum. Así empezó la “peor tragedia ecológica” en la historia de los Estados Unidos.
Desde esa fecha y durante cinco meses, hasta el 19 de septiembre en que se anunció oficialmente que el pozo quedaba sellado, hubo un vertimiento de petróleo crudo en las aguas del golfo, el cual se cuantificó en alrededor de 5 millones de barriles. Una cantidad descomunal si consideramos que cada barril equivale a poco menos de 160 litros de combustible.
Desde el inicio de la tragedia, en que se reportaron 11 personas desaparecidas, los grupos ecologistas alertaron a los gobiernos de Estados Unidos, México y Cuba, que habría severas afectaciones al ambiente. Para mayo de ese año, la organización Greenpeace anunció que los efectos del derrame empezarían a sentirse en las costas en un plazo comprendido entre 3 y 6 meses. También alertaron sobre un problema aún más grave.
Preocupados por la urgencia de sellar el pozo y urgidos por el inminente inicio de la temporada de huracanes, los ejecutivos de la British Petroleum decidieron atacar la marea negra con incendios controlados y contenedores. También intentaron colocar un cilindro de concreto alrededor del tubo de ascenso, o inyectando una plasta de arcilla a alta presión. Fue infructuoso. Lejos de diminuir, el volumen de la fuga aumentó conforme pasaron los días, de mil barriles diarios al principio, a 5 mi barriles días después, y a 40 mil barriles diarios en su peor momento.
Pese a sus esfuerzos, la mancha tocó tierra en la desembocadura del río Misisipi, ocasionando estragos en la flora y la fauna marinas. En busca de una solución más radical, decidieron emplear un compuesto químico que disuelve el crudo. Se trata de la sustancia denominada Corexit 9500, cuya composición química se desconoce por tratarse de un secreto comercial. Esta sustancia modifica la estructura molecular del petróleo, rompe la mancha y la desintegra de modo que ésta se evapora parcialmente mientras que el resto se precipita al fondo del mar.
No se sabe con precisión qué cantidad de Corexit 9500 vertió la British Petroleum en la zona norte del Golfo de México. Su intención fue contener la marea negra para evitar que siguiera llegando a las costas. No obstante, se sabe que el Corexit 9500 es aún más nocivo que el petróleo mismo, y que en concentraciones grandes causa severos problemas de salud incluso en humanos.
Fue la empresa Exxon quien produjo el Corexit 9500, aunque ahora lo produce la Holding Company Nalco, de Naperville. Se considera el dispersante más tóxico del mercado, al grado que algunos países de la Unión Europea prohibieron su uso, ya que existen otros productos de menor toxicidad en el mercado. Para tener un parámetro de comparación, consideremos que el petróleo es tóxico en una concentración de 11 partes por millón, mientras que el Corexit lo es en una proporción de apenas 2.6 partes por millón. Es decir, 2.6 litros de Corexit 9500 bastan para contaminar un millón de litros de agua. Como indicamos, se desconoce la cantidad exacta de dispersante que se utilizó para minimizar el derrame, aunque algunos analistas calculan que pudo ser por el orden de los 2 millones de galones, con una equivalencia de 3.78 litros por galón.
Los grupos ecologistas advirtieron que el Corexit no reduce la cantidad de petróleo en las aguas, sólo la cambia de lugar, y señalaron el riesgo que representa para las especies que no suben a la superficie en busca de oxígeno, así como el peligro para los bancos de coral. También existe la posibilidad de que las moléculas de Corexit se incorporen al ciclo de evaporación y condensación del agua y como consecuencia haya lluvias tóxicas, resultado de lo que calificaron como “un gigantesco y enloquecido experimento científico”, ya que se llevó a cabo sin considerar los efectos a largo y mediano plazo de la dispersión del petróleo y el agente degradante.
En México, las autoridades se apresuraron, como era de esperarse, a minimizar los posibles efectos de la marea negra. Esta cautela es en parte justificable, puesto que un rumor mal fundamentado podría causar un daño incalculable en las pesquerías del país. Sin embargo, el 25 de junio apareció la primera mancha en las costas de Tamaulipas, y volvieron a encenderse los focos rojos. Para finales de septiembre de 2010 tres estados mexicanos, Tamaulipas, Quintana Roo y Veracruz, demandaron a la British Petroleum, a la operadora Transocean y a la compañía de mantenimiento Halliburton, en la corte de San Antonio, Texas. En la demanda alegan que las empresas fueron negligente y son responsables de los daños en el Golfo de México, que implican “pérdidas económicas, daños ambientales, lesiones personales y muertes”.
Este recuento se debe que en los días pasados aparecieron miles de peces muertos en la playa de Tuxpan. La reacción inmediata y oportunista fue culpar a la termoeléctrica López Mateos. A estas alturas pensarán ustedes que emprenderé una más de mis defensas de la termoeléctrica, y que mis argumentos carecen de validez puesto que trabajo ahí, como si ese hecho arruinara mi inteligencia o nublara mi juicio.
El asunto de los peces muertos debe preocuparnos a todos, no sólo por el posible daño ecológico sino por la posibilidad de que estemos consumiendo pescado contaminado. Conozco los procesos industriales de la termoeléctrica y sé que la posibilidad de que la mortandad de peces tenga su origen en las actividades del mantenimiento es muy remota. Sin embargo entiendo que es necesaria una aclaración por parte de las autoridades del CTPALM, puesto que se trata de un problema de salud pública.
Pero piensa por un momento que este pueda ser uno de los efectos adversos de la derrama de petróleo y sustancias tóxicas en el Golfo de México. Es todavía más grave y creo que debemos alzar la voz para pedir que alguien nos explique qué está pasando. Dudo que los “análisis” que efectuaron las autoridades en la playa arrojen algún resultado, bueno o malo. Son una burla. No se aprecia en ellos ni la menor señal de una metodología ya no digamos científica, ni siquiera rigurosa. Las hicieron, como dijera mi tía Ignacia, “para taparle el ojo al macho”.
Para contrastar con esta actitud chambona e irresponsable, el 23 de noviembre concluirá el crucero de investigación que lleva a cabo un grupo de 21 científicos mexicanos, encabezados por el doctor Juan Carlos Herguera García, investigador del Departamento de Ecología Marina del Cicese (Centro de Investigación Científica y de Educación Superior de Ensenada, Baja California) quien informó que realizarán muestreos en 47 estaciones, 20 de ellas a mil metros y las 27 restantes a profundidades todavía mayores.
El equipo científico viaja a bordo del Buque “Justo Sierra”, propiedad de la UNAM, que zarpó de Tuxpan el 4 de noviembre. La tripulación consiste de investigadores, técnicos y estudiantes de posgrado, de los cuales catorce son del Cicese, tres de la Universidad Autónoma de Baja California (UABC), dos del Instituto Mexicano del Petróleo (IMP) y uno de la Conagua, quien validará la calidad en la toma de muestras. Esperemos que se difundan pronto los resultados.
Balta.


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