sábado, 20 de noviembre de 2010

TIENDA DE RAYA...

Por: Imelda Torres Sandoval
Historias inéditas de la Revolución…
La Historia del Movimiento armado de 1910 la aprendí por la tradición oral de mi familia. Mi bisabuela Josefina Hernández, fue  una Adelita de a deveras. La llamaba su tropa La Capi, porque fue mujer del Capitán Ramón Licea Reyna, quien luchó durante la Revolución bajo las órdenes del General Juan Francisco Azcárate.
La historia se pierde entre 1910 y 1915. Mi bisabuela era hija de una de las mejores familias de Tochimilco, Puebla. Familia pudiente que había sufrido el asalto de los zapatistas, durante el cual, la tienda principal de su propiedad fue saqueada y asesinados los hombres de la casa.
Secretos de familia, la niña Josefina fue violada junto con su hermana María. De esa revuelta, nació Enrique, que se quedó al cuidado de la Familia Hernández, cuando su madre Josefina se enamoró del Capitán Ramón Licea, que pasó por Tochimilco en campaña militar a favor de Carranza.
Ramón Licea Reyna era originario de Dr. Arroyo, Nuevo León, y fue levantado por la bola. Muy joven, se incorporó al Ejército Constitucionalista, llegando a ser nombrado Capitán por sus valerosos servicios militares. Y doña Josefina, luchó con él hasta licenciar la tropa, ya firmado el pacto constitucional de 1917.
Mi bisabuela tuvo varios hijos, de los cuales sólo se lograron dos, mi abuela Gloria y mi tía abuela Conchita.  Los demás embarazos, terminaron en abortos, producto de los viajes en mula o a caballo por todo el territorio nacional. Mi abuela Gloria nació en Morelia y dos años después, mi tía Conchita nació en Piedras Negras, Coahuila. Mi bisabuela Josefina no dejaba ni a sol ni a sombra al Capitán Ramón, hombre guapo y muy enamorado, y no importaba si lo tenía que seguir en las polvaredas por las campañas militares, o incluso en las refriegas contra los zapatistas y villistas.
Una de las historias que más me gustaba escuchar de mi abuela materna Gloria, era la historia de Chayo, un jovencito huérfano de la Revolución. Mi bisabuela Josefina lo recogió en algún pueblo, apenas de 11 o 12 años, ya que había perdido a sus padres en la revuelta. Chayo fue puesto al cuidado de la Rorró, la recién nacida Glorietita, hija del Capitán. El chamaco, a disgusto con el encargo, aprendió rápidamente los toques del clarín, pues deseaba ardientemente sumarse a la tropa, lo cual lo tenía prohibido por el Capitán Ramón, ya que lo consideraban muy joven para andar en la refriega.
Contaba la bisabuela Josefina que,  un día que el Capitán Ramón se había alejado en campaña de supervisión de la zona, se dieron cuenta de que una tremenda polvareda se acercaba al campamento, en el cual se habían quedado sólo mujeres, niños y heridos. Mi bisabuela, desesperada, ordenó enterrar las armas y todo objeto de valor, principalmente monedas de oro, que las mujeres cargaban en sus cintos terciados en su cintura, por que los billetes, llamados bilimbiques, realmente carecían de valor.
El peligro era inminente: si el pelotón llegaba al campamento, habrá seguramente graves problemas, sin la defensa de sus hombres. En eso, Chayo tomó una corneta, que ya contaba con catorce años, y con gran audacia e inteligencia, hizo sonar los toques que agrupan una tropa y dan órdenes de alistarse para la batalla.  Y aún cuando no había pelotón de defensa en el campamento, la tropa que amenazaba con asaltarlos, se retiró. Con gran júbilo, festejaron la ocurrencia de Chayo, y fue felicitado por el Capitán Ramón al regresar y conocer la hazaña, lo que le valió el derecho de pertenecer a la tropa. Aunque poco le duró el gusto.
A los quince años, Chayo fue abatido por las balas villistas, cuando dejó el clarín de ordenanza para tomar la bandera mexicana que izaba otro muchacho, que ya había sido asesinado. Uno de los mayores alicientes en la batalla era el fervor patrio, por lo que la bandera no debía mancillarse, por lo que Chayo intentó defender el lábaro patrio, lo que le costó su joven vida.
Y usted apreciable lector ¿tiene alguna historia revolucionaria de familia?
Hasta la próxima.

No hay comentarios: