miércoles, 27 de octubre de 2010

ABDICACIONES EN EL CONGRESO...



Publicado por: Porfirio Muñoz Ledo.
@munozledo
 
Nunca había sido interpelado tan vivamente sobre el acontecer nacional, por medios electrónicos y aproximaciones callejeras que a raíz de mi brevísima intervención —tres minutos— en la sesión de apertura del Congreso. Los respaldos han sido unánimes, las preguntas angustiantes. Mis palabras fueron interpretadas como una severa condena a la clase gobernante y un certificado de defunción de las instituciones representativas.
La ceremonia de oropel apenas encubría la rendición del Legislativo, como las fiestas del bicentenario: vacías de memoria, de proyecto y de íntimo decoro. Los legisladores aborregados bajo el mandato de jefes políticos, súbditos a su vez de cacicazgos ajenos a los intereses nacionales. Perdido el cuidado de las formas, que fue refinada especialidad del régimen posrevolucionario y de su antecesor: el porfiriato.
La violación tumultuaria de la ley para acomodar pequeñas ambiciones y equilibrios tan precarios como estériles. La cuestión no es si el PRI, el PAN o el PRD van a ocupar tal o cual posición en la Cámara, en aras de promociones personales o sucesorias. La tragedia es que los liderazgos parlamentarios —el mandarinato— están dispuestos a entregar la autonomía y dignidad de la representación nacional a cambio de equívocas candilejas y migajas burocráticas.
La ceremonia del 1 de septiembre fue un rosario de vejaciones a la Ley Orgánica del Congreso. Su artículo 7 dispone que “el Presidente de la República asistirá a la apertura del primer periodo de sesiones”, ordenamiento que regula la forma como deberá cumplir el mandato del artículo 69 de la Constitución. Sin embargo, el Ejecutivo no estuvo ahí, en abierto desafío al Poder Legislativo. No hay jefe de Estado que ose ausentarse, en ningún sistema democrático en el planeta.
El mismo artículo estipula “antes del arribo del Presidente hará uso de la palabra un legislador federal por cada uno de los partidos políticos”. Tal obligación fue doblemente incumplida, trasladándose los mensajes al domingo 5, en cada Cámara separadamente, cuatro días después de que el Ejecutivo enviase su informe al Congreso a través de un personero y transmitiera por los medios un monólogo autoritario a despecho de la división de poderes.
En seguida indica que “el Presidente del Congreso contestará el Informe en términos concisos y generales”, lo que no ocurrió y si llegara a hacerlo sería a ridículo destiempo y en ausencia de su interlocutor —onanismo legislativo. Olvidaron que las anteriores disposiciones fueron fruto de la recuperación de facultades congresuales en los inicios de la transición y que estuvimos a punto de instaurar la interpelación parlamentaria regular con el titular del gobierno federal.
El artículo 17 ordena: “La Mesa Directiva de la Cámara de Diputados será electa por el pleno”, añade que será “por el voto de las dos terceras partes de los diputados presentes” y precisa que “se hará por cédula o utilizando el sistema de votación electrónica”. Ninguna de esas disposiciones fue acatada y se asumió que, no habiendo acuerdo de las dirigencias parlamentarias, podía omitirse el escrutinio. Ignorancia supina y estupidez jurídica.
En todos los parlamentos se eligen las Mesas por el pleno. Si media acuerdo de los actores, éste se refleja en la votación —hasta por unanimidad. Si no lo hay, se forman planillas contendientes hasta que una alcanza la mayoría requerida. En la Asamblea de las Naciones Unidas llegamos a votar en urnas 106 ocasiones los candidatos de América Latina a un puesto no permanente en el Consejo de Seguridad a finales de 1979. Terminado el periodo, México fue electo por consenso como tercero en concordia.
El acta de la sesión del día primero —consagratoria de esos desmanes— es ilegal y lo seguirá siendo hasta el fin de los tiempos. Teníamos ya un Ejecutivo dudoso, por no decir espurio, y ahora nos amanecemos con un Congreso descabezado por su propia voluntad en renuncia a la legitimidad que detentaba. La abdicación del Poder Legislativo completaría la desaparición de los poderes republicanos. El único refugio posible es una ciudadanía militante.
Diputado federal del PT

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