lunes, 23 de mayo de 2011

AL postLula: educación más inversión

Jorge Fernández Menéndez

ILHA DE COMANDATUBA, Brasil.— Si Hace casi 50 años el Che Guevara llamaba a crear dos, tres , muchos Vietnam en América Latina, hoy la consigna parece pasar por crear dos, tres, muchas empresas panamericanas exitosas en la región. Nadie discute los beneficios de la democracia y los gobiernos populistas tipo Chávez se ven más como una rémora que como un peligro existencial. Existe un punto de coincidencia que no suele presentarse y mucho menos en forma generalizada en América Latina. Los cerca de 200 empresarios acompañados por sus hijos, hijas, en algunos casos esposas, que participan en esta novena edición del encuentro de padres e hijos, coinciden, todos, en que estamos en una época de vacas gordas y que el periodo se prolongará lo suficiente como para poder hacer los cambios que la región requiere y estar, así, preparada, cuando lleguen, que algún día llegarán, las vacas flacas.
En tres días plenos de mesas de distinto contenido, hay varios apuntes importantes. Primero, no me había tocado ver un encuentro de estas características de empresarios de la región que mostrara tan genuino entusiasmo por el futuro pero que, además, de alguna forma, se enorgullecieran legítimamente de generar riquezas. Es una diferencia cultural fundamental en la que mucho tiene que ver Brasil y particularmente el ex presidente Lula: que un hombre de su historia dijera e insistiera en que generar riqueza era bueno y legítimo, que impulsara a hacerlo, que hable de sus empresas brasileiras y que pusiera el acento en la necesidad de que los ricos sigan siendo ricos para que los pobres sean cada vez menos pobres, le ha dado a este encuentro, a la visión de nuestros empresarios, una legitimidad (y una perspectiva) que se había perdido.
Eso trasciende al campo de la política. Es evidente que los grandes empresarios que vienen de países donde esas reglas no se cumplen, como Venezuela o Ecuador, están pensando aún cómo generar líderes políticos que respondan a las grandes inquietudes empresariales. La mayoría de los otros, en forma destacada los brasileiros, los mexicanos y los chilenos, hace tiempo que han descubierto que los empresarios no pueden crear políticos que lleven su agenda, que lo que pueden y deben hacer, y hacen, es plantear agendas que influyan en la gente y que de esa manera se impongan a los políticos.
Algunos puntos importantes que se plantearon aquí y que se pueden desarrollar con amplitud: atar cada vez más el tema de la seguridad con el de la desigualdad y la educación, independientemente de la honda preocupación que sigue generando la delincuencia organizada en sí. En términos políticos, si alguna vez se pensaba en líderes fuertes, hoy existe conciencia de que es más importante la existencia de instituciones fuertes con una real división de poderes; gobiernos quizá más cortos, de cuatro años, con capacidad de reelección por una oportunidad; una mayor existencia de observatorios ciudadanos, pero no sólo para la seguridad, sino también la salud, la educación, el gasto social...
El tema, para todos, es sin duda la educación, vista básicamente como la necesidad de generar capital humano que pueda sostener el crecimiento inevitable que tendrá la región por lo menos en la próxima década. Educación de calidad, mas también profesional, para las áreas de desarrollo que realmente lo requieren, pero combinada con otras capacidades que van desde las técnicas hasta las artísticas, utilizando sobre todo las nuevas tecnologías, es la única manera, dijo en una intervención Slim, y tiene razón, de contar con los mejores maestros realmente para todos.
Este es el mundo de las oportunidades para AL, de reinsertar a la región con fuerza en el mundo. Pero, entonces, más allá de las grandes recetas generales hay que pensar cómo se aprovecha esa oportunidad: la opción es la educación como principal arma para abatir la desigualdad (que es diferente a programas sociales contra la pobreza) y generar buenos empleos, garantizar la seguridad, la personal y la jurídica, y realizar las reformas que los países requieren.
Otra pregunta que estuvo en las mesas y creo que fue respondida sólo a medias es que el crecimiento de la región se basa, sin duda, en la relación creciente con el Pacífico y en México también con Estados Unidos, aunque resulta obvio que hoy América del Sur está muy lejos de Washington. Pero todo está basado en el precio de las materias primas y otras commodities. El problema es trascender el modelo y el momento: se dijo y puede ser verdad que hay que hacerlo con educación y sobre todo con infraestructura (incluida vivienda). Se habló de invertir en investigación y desarrollo, pero se dijo que era mucho más redituable la absorción y adaptación de tecnologías. Puede ser.
Hubo, obviamente, mucho más, y me parece extraordinario. En lo personal es imposible dejar esta isla sin optimismo en la región y con la convicción de que en México tenemos todo para estar incluso mucho mejor que ese ícono regional, ganado con toda justicia, por Brasil. Habría, sólo, que cambiar aquel cartel que encabezaba las oficinas de Clinton en su campaña presidencial y que rezaba “es la economía, estúpido” por uno, bien grande, que dijera con toda claridad: “Es la política, estúpido”.

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